Últimamente se habla mucho de "muerte con dignidad", "suicidios asistidos",
"interrupción de embarazos", "reducciones embrionarias", " abortos terapéuticos".
Nada de esto es realmente nuevo ya que el siglo veinte de imaginación fertil se procuró la capacidad técnica
necesaria para llevar a cabo sus ambiciones. El clan eugenista no se limitó a garantizar los medios, sino que supo
dotarse de los mismos para alcanzar sus objetivos. Podríamos ver los exterminios masivos del Tercer Reich bajo este
enfoque, especialmente "la eutanasia" aplicada a los enfermos mentales en Alemania, siendo los psiquiatras los
responsables directos. La opinión pública y los psiquiatras de hoy desconocen, en general, este capítulo
de su Historia.
Hasta ese momento, el tratamiento de los enfermos mentales había significado un notable progreso
para los pacientes. Los alemanes habían tenido una participación importante.
Ahora bien, a fines de 1939, cuatro hombres fueron exterminados con óxido de carbono, en presencia
de un grupo de médicos y de un químico. No se trataba siquiera de criminales o perturbadores. Cooperaban y
confiaban. Eran pacientes comunes de un hospital psiquiátrico estatal, responsable de su bienestar.
Esta experiencia "exitosa" `promovió la instalación de cámaras de gas
en un número importante de hospitales psiquiátricos. (Grafeneck, Brandenburg, Hartheim, Sonnenstein, Hadamar,
Bernburg).
El exterminio de los enfermos mentales era un proyecto bien organizado, como cualquier otro proyecto
psiquiátrico, sino mejor. Todo había sido preparado y planificado. Luego se pusieron a punto los métodos.
Se creó una agencia de transporte especializada, se construyeron los hornos crematorios en los hospitales psiquiátricos,
etc. En esta organización estaban implicados toda una serie de hospitales e instituciones psiquiátricas, profesores
de psiquiatría, directores de establecimientos y personal de los hospitales. La eliminación en masa se transformó
en un trabajo rutinario. Estos psiquiatras, sin que se los forzara, actuaban según el mismo principio que el del
tristemente conocido comandante del campo de concentración Koch: "En mi campo no hay enfermos. Sólo
hay sanos y muertos".
Sin embargo se acudió a una astucia semántica para designar esta operación: "ayuda
a los moribundos", "liberación a través de la muerte", "destrucción
de las vidas sin valor", "eutanasia", "acción caritativa" o más
brevemente "acción".
El mayor error que podríamos cometer sería creer que se trataba de un programa que contemplaba
el plano social, moral y médico y que solamente se castigaban los excesos. De hecho, no hubo ningún exceso.
Se trató de una de las operaciones civiles mejor planificada, organizada y llevada a cabo con la mayor precisión.
Con el tiempo, el óxido de carbono se aplicaba por motivos cada vez más leves: malformaciones
diversas, incontinencia, dificultades en el aprendizaje, presencia superflua, una boca más para alimentar, improductividad,
desprecio. Podríamos encontrar un común denominador: la eliminación de los débiles. Actualmente
se estima que las víctimas ascienden a 275 000 en este contexto hospitalario.
Podríamos pensar que las personas que llevaron a cabo este exterminio son salvajes con instintos
bestiales o gente posiblemente forzada por el sistema nazi. Nada de eso. Se trata de gente normal, que recibió una
buena educación, con un alto nivel de formación, buenos padres familia. Los médicos que organizaron
esta operación lo hicieron por propia voluntad y convicción. No se forzó a aquellos que no querían
participar.
El director de la institución de Hadamar fué personalmente responsable del asesinato de
"más de 1000 pacientes". Él mismo abría las botellas de gas y observaba por una mirilla
cómo morían sus pacientes, incluidos los niños. El mismo declaró: " Desde luego, todo
eso me angustiaba". Pero me tranquilizó saber que científicos eminentes como el Pr. Carl Schneider, el
Pr. Heyde, el Pr. Nitsche participaban en la acción". Para justificarse, el Dr Karl Brandt, director médico
del proyecto de eutanasia dice : "¿Acaso los profesores universitarios no estaban a favor de este programa
? ¿Quién más calificado que ellos?" Y en efecto, fueron los psiquiatras más eminenetes
quienes lanzaron el programa.
¿Cómo pudo surgir y desarrollarse una mentalidad semejante? Deberíamos remitirnos
a los años 20 para encontrar las ideas que dieron origen a todo esto.
En la psiquiatría (no solamente la alemana) había una tendencia a emitir juicios de valor
sobre individuos y grupos basados en teorías médicas o médico-sociológicas. Algunos escritos
considerados científicos (aún hoy) habían preparado el terreno. La obra más significativa es
"La liberté de destruction des vies indignes d'être vécues" publicado en Leipzig en
1920, escrita por el renombrado psiquiatra Alfred Hoche y por el respetado juez Karl Binding. El libro tuvo un éxito
tan grande que se reeditó en 1992. Este libro defendía la tesis según la cual la eliminación
de la "gente sin valor" debía ser legalizada. Fue así que los conceptos de "vida
sin valor" o "vida que no merece ser vivida" introducidos en este libro fueron luego utilizados
por los nazis. Binding y Hoche hablan de "seres humanos sin valor". Reclaman "la eliminación
de aquellos que no tienen salvación y cuya muerte es una necesidad urgente". Hablan de aquellos que están
por debajo del nivel de las bestias y que no tienen "ni la voluntad de vivir ni de morir". Evocan a aquelos
que están "mentalemente muertos" y que forman "un cuerpo ajeno a la sociedad de los hombres".
Los autores insisten especialmente sobre el factor económico, el " despilfarro" de dinero
y trabajo en la asistencia médica a los retrasados. Reclaman una "actitud heroica" supuestamente perdida.
Hoche fue profesor de psiquiatría y director de la clínica psiquiátrica de Freiburg
de 1902 a 1934. Por otra parte, realizó valiosos aportes en neuropsiquiatría. Muchos especialistas eminentes
se formaron en su clínica (el Dr Robert Bartenberg por ejemplo). Su sana visión de la clasificación
de las enfermedades mentales ejerció una influencia importante en la psiquiátrica estadounidense, especialmente
a través de Adolf Meyer, profesor de psiquiatría en John Hopkins. Él mismo consideraba La liberté
de destruction des vies indignes d'être vécues como una de sus más importantes obras.
La otra corriente intelectual que contribuyó a la masacre de enfermos mentales fue el desmesurado
énfasis acerca de la influencia de la herencia de enfermedades mentales. Ernest Ruedin, profesor de psiquiatría
en la universidad de Bâle, en Suiza y en Munich, es el más representativo de esta tendencia. Fue quien proporcionó
la justificación "científica" de la esterilización en masa de discapacitados. Es el principal
artífice de la ley de esterilización forzosa de 1933.
Los resultados de los estudios sobre las castraciones forzosas de 1933 a 1945 se citan todavía
en la literatura psiquiátrica actual, en general, sin espíritu crítico. Podríamos, sin lugar
a discusión, relacionar esta corriente intelectual con la Eugenics Society de Londres que cedió sus
locales a la Birth Control Society, rama inglesa de la Planificación Familiar Internacional (I.P.P.F.). Los
voceros del movimiento eugenista (Margaret Sanger y Mary Stopes) empleaban efectivamente un lenguaje racista y promovían
la esterilización forzosa de los más débiles.
Esta historia no ha terminado ya que no faltan los émulos contemporáneos y sin temor a
exagerar,podríamos vincular a Binding y Hoche con Caillavet o Schwarzenberg. Los reconocemos ocultos detrás
de la misma fraseología humanitaria, los mismos sórdidos motivos económicos y la misma indiferencia
hacia la persona humana.
De hecho hay sólo dos concepciones de la medicina: la primera de ellas considera que la vida humana
es sagrada y hará lo que sea para protegerla: investigaciones, asistencia médica, acompañamiento terapéutico,
etc. Hasta aquí la hemos considerado la vocación intrínseca de la medicina.
El otro enfoque no ve en el ser humano más que un material que se puede administrar y su primera
preocupación es la rentabilidad. Su ideal es generalmente el del hombre que evoluciona hacia un mejoramiento de la
raza; así lo explica Henri Laborit en su libro L'homme imaginant (10/18, 1970, p.187-188):
"El individuo pertenece a una especie que es en sí misma el resultado de un largo linaje
evolutivo. (...) Lo que caracterizaba esencialmente a esta especie era el hecho de poseer en su cortex, zonas asociativas
particularmente desarrolladas, cuyo funcionamiento rige la imaginación creadora. Ahora bien, pareciera que, en definitiva,
luego de miles de años de evolución humana, hoy son muy pocos los hombres capaces de utilizar estas zonas
cervicales privilegiadas. Podría decirse entonces que envejecen incluso antes de nacer a su humanidad. En otras
palabras, ¿no se encuentran aún acaso en el estado evolutivo no de sus abuelos o ancestros sino en el de los
ancestros de su propia raza? ¿No son verdaderos ancianos? ¿De qué sirve entonces proteger
la existencia, no de muertos en suspenso, sino de representantes de una raza pre-humana que no termina de extinguirse? ¿No
alcanzará con algunas reservas como para conservar el muestrario?".
El diario Libération elogia a este hombre presentándolo como un espíritu
independiente y anarquista. [Nótese que ha recibido el premio Lasker, así como el Dr Baulieu, gran admirador
de Margaret Sanger].
El mismo diario (12 dic.1990) abre sus páginas a Louis Thaler, profesor en la Universidad de Montpellier,
Director del "Instituto de Ciencias de la Evolución" :
"Me parece indiscutible que el hombre evoluciona bajo el efecto de lo que yo llamaría
" un descuido de la selección". Este fenómeno...es uno de los efectos de los progresos...de la medicina.
(...) Este descuido de la selección permite prever una acumulación de defectos genéticos a lo largo
de generaciones... produciendo gastos de salud cada vez más importantes. Esta perspectiva llama a reflexionar sobre
las prácticas médicas y especialmente sobre aquellas que atañen a la procreación...".
La eutanasia está en vías de ser legalizada en los Estados Unidos, Australia, los Países
Bajos, Gran Bretaña; ya se practica ampliamente en Francia, como declara Anne Seys, por ejemplo,(30).