ANEXO 2 :

"Tú, el hermano que yo nunca he tenido..." : tema de una canción conocida y emocionante. ¿Quién podría representarse a ese hermano imaginario bajo los rasgos de un asaltante de bancos, de un tetraplégico, un drogadicto o un trisómico, salvo después de ver Rainman ? La imaginación, para llenar nuestros vacíos afectivos, compone figuras abstractas que no pueden corresponder a seres de carne y hueso, nunca perfectos en todos sus aspectos.

Querer un hijo ¿no implica reprimir sueños que marchan inevitablemente a la decepción? Un ser humano es tan  imprevisible como la vida misma. Por eso, después de haber elegido tenerlo - admitiendo que sea posible elegir tenerlo - ¿podemos hacer otra cosa que aceptarlo tal como es? 

UNA LEGISLACIÓN EVOLUTIVA 

Sin embargo, en nuestros tiempos, a partir de la idea de que cada uno puede "hacer" su vida y la de los demás, particularmente su vida sexual, en el marco de la concepción de una sociedad  "pro-choice" (pro-libertad de elegir) , se va generalizando un enfoque eugenista de lo que ya no es reconocido como procreación : la libertad de elegir se extiende a las características que tendrán los niños, a quienes se aplica el triple mandato  "cuando yo quiero", "como yo quiero", "como yo lo quiero". La evolución de la legislación se combina con la de las ciencias y las técnicas para permitir a nuestros contemporáneos "seleccionar" los niños. Ello comenzó con las disposiciones de la ley Veil sobre el aborto terapéutico, asociadas a las técnicas del diagnóstico prenatal. Y la selección se hace particularmente despiadada, porque la ley no ha definido criterios precisos para separar las "ovejas" de los "chivos".

Dicho eugenismo se afirma en la procreación artificial, sobre todo por el costo económico y psicológico que implica recurrir a este método,  muy penoso para las parejas. Al término de tantos esfuerzos, no es cuestión de acabar con un  "producto" defectuoso...

El aborto es entonces, por una parte, un medio de exclusión del niño indeseable, en consideración a una aflicción  (a veces real) de la madre. Por otra parte, psicológicamente hablando, es algo más que un mero accidente. Sus consecuencias sobre el comportamiento de la madre con  los niños  que nacerán más tarde (llamémoslos "sobrevivientes"), puede ser el reflejo de un eugenismo implícito. Éste es el aspecto que nos proponemos considerar ahora.

EL SÍNDROME POST-ABORTO 

Un síndrome post-aborto, que se traduce (a menudo muchos años después) por un estado depresivo y un derrumbe de las defensas inmunitarias, ha sido  comprobado a partir de las observaciones de pediatras o pedopsiquíatras.  Entre ellos se encuentra la doctora  Marie PEETERS (pediatra, con consultorio en el Hospital  Necker), quien precisa que, antes mismo de que aparezcan las manifestaciones específicas de dicho síndrome, diversos indicios permiten a los médicos descubrir  que una mujer está sufriendo por un antiguo aborto. Tiene "en la mirada algo de la expresión de un niño que  pide socorro" ; es una mujer que no escucha, y con quien el diálogo es difícil porque no tiene  paz. El aborto, sobre todo, tiene graves repercusiones en la relación madre-hijo: ya sea que la madre se encuentre perdida ante un niño del que no sabe mucho cómo ocuparse, ya sea que lo transforme en un hijo substituto del cual se agarra, y a quien no deja libertad para explorar el mundo que lo rodea.

Esta actitud es visible en mujeres que tienen un hijo después de  uno o varios abortos. El embarazo, en dicho caso, ha sido particularmente difícil :  la mujer revive al mismo tiempo el embarazo anterior y el aborto que le ha puesto término.

El niño que nace es, por lo tanto, particularmente valioso. Se espera de él que sea juicioso y dócil. Y lo será, probablemente, hasta la adolescencia , en que aparecerá la oposición, e incluso la rebeldía, contra una actitud demasiado posesiva por parte de los padres.

No es tranquilizador ser un "hijo deseado", dice Marie PEETERS. Este niño, nacido de una opción deliberada, sabe instintivamente que es un "sobreviviente".  Sucede a veces que, sin haber sido informado del o de los abortos de su madre, el niño a quien se le pide que dibuje su familia, añade a los sobrevivientes otros niños que corresponden exactamente al número de hermanos y hermanas abortados. ¿Será esta la prueba de que los seudo-secretos de familia son muy a menudo secretos a voces?  ¿O la manifestación de algún instinto, comparable al que permite a un niño sentir el embarazo de su madre mucho antes de que se lo hayan revelado? Esta es una realidad que ha sido comprobada desde hace tiempo.

La confesión de un aborto anterior, oído de la boca misma de los padres, será sin embargo una experiencia difícilmente soportable. El temor se instalará entonces con mayor fuerza en la mente del niño, sobre todo en ciertas familias donde las cosas son dichas sin rodeos. Por ejemplo, frente a la ecografía de un bebé esperado, se reúne un mini-consejo de familia con los otros hijos, y los padres concluyen: "éste no es adecuado, es anormal, vamos a abortarlo". 

En un contexto semejante, el propio niño comprende que él mismo puede llegar a ser rápidamente un "fracaso", fuente de decepciones para sus padres. En la escuela, quizá, los "amiguitos" ya le preguntaron : "Y  a vos, ¿ eligieron tenerte?".

Así, el niño experimenta los efectos de la mirada eugenista de sus padres, que repercute dentro de él en una suerte de auto-eugenismo. Por ahora, son sólo actitudes, miradas, palabras... Y sin embargo ¿es exagerado pensar que, en ciertos casos, mañana podrán tomar una forma virulenta, cuando en una etapa de discusiones a los gritos, una madre le diga a su hija en un ataque de ira: "A vos tendría que haberte abortado"?  ¿Acaso no se ha avanzado ya mucho en lo insoportable? Después de todo, se solía pensar que, suprimiendo a  los niños "no deseados", se acabarían los niños maltratados. Pero no fue así. La curva de sevicias contra los menores parece aumentar según la misma progresión que la de los abortos.  Marie PEETERS recuerda que mucho antes del nacimiento se establecen vínculos de amor muy profundo entre la madre y el niño, y que son esos vínculos los que de alguna manera lo protegen, evitando que la obligación de levantarse de noche para darle el pecho a un bebé aullante sea sentida como un trabajo forzado,   o incluso como una agresión. Pero ¿qué podría  suceder el día de mañana, si esos lazos de amor fueran demasiado dañados por el aborto, si la madre o el padre (herido él también por el aborto), transformaran su herida en cólera, en agresividad?

EL GRITO DEL INDEFENSO

Se puede comprobar con inquietud que el grito del indefenso siempre provoca una respuesta ambivalente, entre la compasión que es lo propio del hombre, y la violencia o la ira que surgen de las profundidades de nuestra animalidad. ¿Llegaremos entonces a una suerte de eugenismo  a posteriori, por ejemplo sobre aquél que haya sido designado como el patito feo de la familia; o  bien esta violencia afectará por igual a todos los niños sobrevivientes, después de haberse ejercido sólo contra los que eran invisibles?  En todo caso, la sombra de los niños muertos sigue presente en la vida de quienes están implicados en su desaparición y los han borrado del mundo de los vivos, aun cuando las secuelas no siempre sean tan trágicas. Por eso es que, durante las terapias específicas que son las únicas capaces de traer una cura real, se comienza por pedirle a la madre que haga verdaderamente el duelo de su hijo, después de haberle "devuelto un rostro humano".  Es menester que ella reviva verdaderamente la muerte del niño a través de las etapas del aborto, para que esta muerte le aparezca luego bien definitiva,  y pueda ser asumida de verdad. . Así, después de haber devuelto su plena humanidad al niño abortado, los otros niños tienen toda la oportunidad de ser menos "deseados" y mejor aceptados.


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